1corintios12.26OTRA LECCIÓN QUE NOS PODRÍA DEJAR EL CORONAVIRUS
PATRICIA PAZ, ppaz1954@gmail.com
BUENOS AIRES (ARGENTINA).

ECLESALIA, 15/05/20.- La entrevista a Rita Segato que publicó La Nación el pasado 2 de mayo, me regaló dos ideas que me tuvieron pensando esperanzada todo el día. Yo soy de las optimistas que cree que el Coronavirus va a resultar un regalo para la humanidad. Voy a citarla textual:

«Es muy difícil cambiar al mundo desde una ley, desde una acción del estado: el mundo cambia en la transformación de las tramas como si fuéramos arañitas que vamos tejiendo la red de relaciones a nuestro alrededor. Esta pandemia está cambiando las maneras que tejemos nuestro alrededor inmediato. La clave de la transformación posible, aunque todavía no probable, es que asomen en el horizonte otros deseos, que anhelemos otras cosas. Si cambia lo que deseamos, cambia el mundo».

Y yo me animo a dar un pasito más, y digo, si nos animamos a vivir según nuestro deseo, cambia el mundo. Y digo esto porque presiento en estos días de encierro, que el deseo que tenemos ahora no tiene nada que ver con el deseo que nos hace desear la sociedad de consumo. Yo, lo primero que deseo en estos días es ser libre. Poder entrar y salir de mi casa cuando quiera. Después, lo que más deseo es volverme a encontrar con mis hijos, mis nietos, y mis personas queridas. Estar con ellas, compartir una comida, una charla, poder volver a estar físicamente presente en sus vidas. Y también extraño terriblemente el contacto con la naturaleza. ¡Si pudiera volver a tener eso, qué felicidad!

Pero, ¡cuidado! La sociedad de consumo no se va a dar por vencida tan fácilmente, y volverá atacar desde todos lados tratando de convencernos de que para ser felices debemos poseer un montón de cosas. Cosas de las cuales hemos prescindido absolutamente durante este tiempo y que no hemos extrañado para nada. Perdón, debería hablar en primera persona. Quizás haya muchas personas que sientan nostalgia de aquello que nos quieren vender como imprescindible para ser felices. Pienso en la frase de Randall Pearson, uno de los protagonistas de “This is us”, que dice que hay que estudiar mucho y esforzarse para poder tener una casa grande y un auto de alta gama. Pero hay muchísimas personas a las que eso no les interesa, que quieren otras cosas para ser felices, pero que claudican frente a una sociedad que te muestra como éxito la riqueza material. Y esto, como ya sabemos, trae muchos problemas…

Cambiar el deseo o animarnos a vivir según nuestro deseo y no según el que nos imponen desde afuera. Esa es la cuestión. Porque si cambia el deseo, cambia el mundo. Es desde la transformación individual de muchas personas que empiecen a animarse a vivir de otra manera como vamos a lograrlo. Y esto me lleva a la segunda frase:

«El mundo que imagino como un mundo agradable es un mundo sin hegemonía, sin que ninguno de los mundos dominen sobre los otros, un mundo suelto, radicalmente plural, sin los imperativos de las vanguardias, un lugar donde diferentes formas de felicidad, realización y bienestar puedan existir sin agredirse mutuamente».

¿Podremos imaginar y desear un mundo donde no haya más imposiciones? Donde las personas puedan buscar su felicidad desde proyectos diferentes, tanto familiares, como religiosos, como políticos o lo que sea. La capacidad de convivir en paz con distintas formas de ser feliz, sin el deseo de imponer nuestro propio modelo, ¿será una posibilidad a corto plazo? Quién sabe qué nos depara el fin de la cuarentena. También podría ser una sociedad con mucho menos libertades, con gobiernos autoritarios. Yo espero que no, espero que como especie humana seamos capaces de luchar por lo que hoy estamos extrañando y que nos volvamos a encontrar habiendo aprendido que somos “un solo cuerpo” y que si un miembro sufre, todos los demás sufren con él (1Cor 12, 26)  (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).